Mateo 17:3-5

El pasaje habla sobre la transfiguración de Jesús, situándonos en la escena, Jesús había escogido siempre a tres de sus discípulos, eran sus predilectos y con ellos subió a un monte para este evento. Durante mucho tiempo se pensó que el monte podía ser el monte Tabor, sin embargo los eruditos han ido corroborando que hay más indicios de que se tratara del monte Hermón. Yo siempre le doy mucha importancia a la simbología de los números en la Biblia y aquí en este pasaje como en muchos ogros, el número tres es un número que simboliza los aspectos de la naturaleza de Dios, del Dios trino, muchas menciones de este número en la biblia siempre señalan ello. En este pasaje encontramos tres conversaciones.

  1. La primera conversación se da entre Jesús, Moisés y Elías.

¿De qué hablaban Jesús Moisés y Elías? Si vemos el pasaje en Lucas que se refiere a la transfiguración nos daremos cuenta de que el tema que trataban era la culminación del ministerio de Jesús en la tierra. Creo que queda evidente, no hay otro tema más importante, de mayor relevancia que la obra perfecta de Jesús en la cruz.

La primera enseñanza para nuestras vidas, es que siempre que conversemos, en cualquier circunstancia debemos incluir elementos que tengan que ver con la obra de Jesús, esa es nuestra manera de ser Cristo céntricos y al mismo tiempo de ser proclamadores del Evangelio. Es hermoso conversar del misterio de la salvación revelado en Cristo.

Por qué Moisés y Elías?

Moisés representa a la Torah la ley, es quizá el hombre del antiguo testamento más importante en relación al canon bíblico. Todos los demás los profetas y escritos basan su teología en el pentateuco. Moisés es muy importantes.

Elías representa a todos los profetas de Antiguo testamento, incluso quizá a los del nuevo testamento también. Elías no conoció la muerte fue arrebatado en un carro de fuego y fue muy destacado entre los profetas.

Ver a Jesús conversando con ellos quiere decir de entrada, que no hay ninguna contradicción ni desfase entre el Evangelio de Jesús y la ley de Moisés; de la misma manera en que la relación del Evangelio con los libros proféticos del Antiguo Testamento representados aquí por Elías, solo tienen armonía y correlación, pues todo es parte de lo mismo, son facetas del mismo proceso.

La conversación que sostuvieron estos tres personajes mantenía una familiaridad e intimidad que denota absoluta armonía.

Pedro es quien toma la palabra, siempre se presenta en los Evangelios con esa característica, alguien impulsivo dispuesto siempre a hablar. Pedro, Juan y Jacobo al ver a Jesús conversando con Moisés y Elías, estaban atónitos e impresionados; dice el relato que estaban cansados y de sueño, como parece ser típico de ellos en otras situaciones.

Pedro tomó la palabra y dijo algunas cosas acertadas pero también algunas desacertadas.

Lo primero que dijo Pedro es muy acertado “bueno es para nosotros que estemos aquí”.  Habían subido al monte de la transfiguración. Acordémonos de que los montes en la biblia siempre representan los santuarios, aquellos lugares altos, lugares de adoración.  Para nosotros un monte no es un lugar físico, sino aquel momento o instancia en la que nos acercamos más íntimamente al Señor en oración y meditación de la Palabra. Eso es nuestro monte.

Qué bueno es estar con el señor en nuestro monte cada día; Pedro está reconociendo el valor que tiene para un creyente el hecho de estar en un monte de oración y meditación de la Palabra.

Lo segundo que dice Pedro es “si quieres”. Esto también es bueno, Jesús mismo oró Padre si es posible que pase de mí esta copa, pero hágase tu voluntad.  Nosotros no imponemos las cosas a Dios, nuestros caprichos o puntos de vista. Nosotros oramos entregándonos a la voluntad de Dios.

Pero lo tercero que Pedro va a decir no es acertado para nada. Propone construir tres enramadas para cada uno de los personajes. Los israelitas celebraban la fiesta de los tabernáculos que consistía en que por algunos días salían de sus viviendas y moraban en tiendas o carpas hechas a base de plantas o ramas de árboles, esto tiene una implicancia espiritual y era la manera de recordad o conmemorar el tiempo que en el pasado vivieron en el desierto habitando como nómades.

Hay una tendencia en el ser humano hacia la idolatría, básicamente el hombre siempre quiere construir espacios físicos o materiales para intentar contener lo espiritual. Dios se pronuncia en la biblia en contra de todo objeto o lugar de idolatría, aspectos que pudieran ser reverenciados y ser tan considerados al punto de recibir algún tipo de latría. Pedro estaba pidiendo eso. La intención de Pedro seguramente era muy buena, pero su planteamiento era muy descabellado, no tenía nada que ver con el cronograma, con la agenda o el plan de Jesús aquí en la tierra.

Eso nos hacer recordar que muchas veces nosotros le pedimos al Señor cosas descabelladas, sin piso; a veces se nos ocurren peticiones que nos pareces apropiadas e incluso loables, pero desde la perspectiva del Señor son calamitosas, no sirven para nada; es más, degeneran en asuntos nocivos para la salud espiritual de los demás.

Antes de que Pedro terminara de hablar alguien interrumpió, ¿quién fue? El Padre.

Pedro sugirió algo que humanamente podía haber tenido coherencia, pero sin embargo no tenía concordancia con el plan de Dios, que ya estaba llegando a su final, pues faltaba muy poco para que Jesús fuera crucificado.

No obstante a esto, la historia nos dice que siglos después, en el monte Tabor, que era el monte donde se creía que había sucedido la transfiguración, los religiosos construyeron tres santuarios que están hasta el día de hoy, uno para Jesús, otro para Moisés y otro para Elías; ¡Cómo es la tendencia hacia la idolatría de la gente que llegó a realizar igual la propuesta que había hecho Pedro.

Pedro representa al creyente, bien intencionado que  a veces dice cosas muy acertadas y en otras algunas desacertadas, pues si no estamos captando la voluntad de Dios, podemos hacer propuestas que se coliden contra la voluntad perfecta del Señor.

Mientras Pedro aun hablaba hubo una nube de luz que los envolvió. Hay que recordar que desde el Antiguo Testamento la presencia del Señor en la tierra era manifestada en forma de una nube, entonces también allí hay toda una simbología.

Luego se escucha una voz que dice: Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia, a Él oíd. En otras palabra está diciendo no escuchen a Pedro, sino escuchen a Jesús.  Es al único que debemos oír, es el verbo encarnado, la Palabra viva. Por eso es muy importante que aprendamos a escuchar al Señor y verificar si lo que está diciendo un determinado predicador es real o no. Viene a ser de capital importancia que siempre indaguemos en la Palabra, si lo que se nos está enseñando es propio de esa Palabra, la Biblia.

En esta tercera conversación el Padre habla, al igual que cuando Jesús fuera bautizado y el Espíritu Santo descendiera en la forma en la que una paloma desciende. “…mi hijo amado en quien tengo complacencia…” En el único ser en el que el Padre se puede complacer es en el Hijo. Por eso nosotros somos salvados gracias a que Jesús se puso en nuestro lugar en la cruz del Calvario, y como solo él complace al Padre, entonces nosotros alcanzamos la complacencia del Padre porque ya no somos más nosotros, sino el Señor Jesucristo en nosotros.

Que estas tres conversaciones nos ilustren hacia una vida triunfante cada día.

Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.
Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *